Reflexiones: A callar eeee...
Proverbios 30. 32-33
“Que aquel es un hombre cristiano y vea como se porta, su testimonio es prepotencia. – sí pero es que el esconde su falta de conocimiento en esa arrogancia, ya hay quejas- aja si yo escuche que bla, bla, bla, bla…”
Regularmente cuando nos empeñamos en criticar algo o a alguien, en grupo o individualmente, podemos decir que de manera inconsciente terminamos exaltando y poniendo como única verdad lo que nosotros pensamos creemos o decimos. Sin tener en cuenta que en este proceso podemos resaltar la vanagloria, herir o destruir a otras personas y en el peor de los casos generar discordias o contiendas. Por eso el señor es claro y pide que miremos él como hablamos, decimos y a quien lo hacemos.
Porque si se habla para vanagloria aunque aparentemente no es el objetivo, entonces es mejor callar, dado que solapadamente estamos exaltando lo nuestro y quitando los meritos de los demás. Terminamos destruyendo al otro para exaltar lo de uno. Reconociéndose tácitamente la gloria y honra para sí mismo pues.
Ahora bien cuando hablo de empeñarnos en criticar, me refiero no solamente a proponernos a hablar del otro, también es cuando nos enredamos en las conversaciones de otros, donde el juicio sabe a miel en la boca porque los argumentos son razonables. Esta situación es muy sutil y sin querer queriendo terminamos haciendo parte de argumentos de corrillo, de pasillos, que de un modo u otro pueden causar en cualquier momento un conflicto.
Tengamos cuidado en no caer en ese proceder cotidiano y hasta habitual de los demás, más si somos cristianos. Debemos dar testimonio de luz, de transparencia, y si es de opinar que sea con el directamente implicado, no a sus espaldas. La boca Dios la hizo para alabarlo y hablar en bendición, para bendecir, para hablar bien, para construir y no para destruir.
Dios es claro, preciso y conciso “el que bate la leche hace mantequilla y el que se suena duro la nariz le saldrá sangre”. El que murmura, y hace parte del combo de los jueces de un escenario cualquiera, ya sea en el trabajo, la familia o los amigos tendrá su respuesta tarde o temprano. Sé que es muy fácil caer en esto, y por ello es importante poner la palabra de Dios por obra, por verbo, por acción. Así que como dice la palabra de Dios “Pon el dedo sobre tu boca y callar”.
Autor: Paula Andrea Vega
levantatusmanos.blogspot.com
“Si neciamente has procurado enaltecerte, o si has pensado hacer mal, pon el dedo sobre tu boca. Ciertamente el que bate la leche sacara mantequilla, y el que recio se suena las narices sacará sangre; y el que provoca la ira causara contienda”.
“Que aquel es un hombre cristiano y vea como se porta, su testimonio es prepotencia. – sí pero es que el esconde su falta de conocimiento en esa arrogancia, ya hay quejas- aja si yo escuche que bla, bla, bla, bla…”
Regularmente cuando nos empeñamos en criticar algo o a alguien, en grupo o individualmente, podemos decir que de manera inconsciente terminamos exaltando y poniendo como única verdad lo que nosotros pensamos creemos o decimos. Sin tener en cuenta que en este proceso podemos resaltar la vanagloria, herir o destruir a otras personas y en el peor de los casos generar discordias o contiendas. Por eso el señor es claro y pide que miremos él como hablamos, decimos y a quien lo hacemos.
Porque si se habla para vanagloria aunque aparentemente no es el objetivo, entonces es mejor callar, dado que solapadamente estamos exaltando lo nuestro y quitando los meritos de los demás. Terminamos destruyendo al otro para exaltar lo de uno. Reconociéndose tácitamente la gloria y honra para sí mismo pues.
Ahora bien cuando hablo de empeñarnos en criticar, me refiero no solamente a proponernos a hablar del otro, también es cuando nos enredamos en las conversaciones de otros, donde el juicio sabe a miel en la boca porque los argumentos son razonables. Esta situación es muy sutil y sin querer queriendo terminamos haciendo parte de argumentos de corrillo, de pasillos, que de un modo u otro pueden causar en cualquier momento un conflicto.
Tengamos cuidado en no caer en ese proceder cotidiano y hasta habitual de los demás, más si somos cristianos. Debemos dar testimonio de luz, de transparencia, y si es de opinar que sea con el directamente implicado, no a sus espaldas. La boca Dios la hizo para alabarlo y hablar en bendición, para bendecir, para hablar bien, para construir y no para destruir.
Dios es claro, preciso y conciso “el que bate la leche hace mantequilla y el que se suena duro la nariz le saldrá sangre”. El que murmura, y hace parte del combo de los jueces de un escenario cualquiera, ya sea en el trabajo, la familia o los amigos tendrá su respuesta tarde o temprano. Sé que es muy fácil caer en esto, y por ello es importante poner la palabra de Dios por obra, por verbo, por acción. Así que como dice la palabra de Dios “Pon el dedo sobre tu boca y callar”.
Autor: Paula Andrea Vega
levantatusmanos.blogspot.com
Hola Paula amiga, me gusto mucho tu reflexion, ya que es delicado el juzgar y hablar de alguien...de nuestra boca puede salir tanto maldicion como bendicion, esta en nosotros saber refrenar la lengua...amiga te deseo un bello fin de semana...Dios te bendiga mucho.
ResponderEliminarVine a saludarte por el cumple y me encontré con esta nota, tan buena! La murmuración es tan dañina, lastima, separa... Que aprendamos a hablar como Jesús. Un besito
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