A veces somos víctimas de problemas que nunca están ajenos a nuestra cotidianidad. Económicos, familiares, de salud, desamor, o de amor, o de cantidad de situaciones que son parte de la vida misma. y que generan, preocupación, amargura y ansiedad. Eso nos lleva a una pensadera que no deja conciliar el sueño. Hablas, planificas y diseñas soluciones tentativas haciendo más grande el problema y debilitando tu carácter y fe en Dios, cayendo redonditos en lo que quiere satanás que es que nos olvidemos de Dios y nos angustiemos pensando todo el tiempo en nuestro problema; que nos pre ocupemos, hablemos y razonemos en torno a la búsqueda de soluciones para así desesperarnos y llevarnos al fracaso. Dios desea que pasemos más tiempo, orando, alabándole, consultándolo, pensando en él y en su palabra que nos da paz y tranquilidad. Como quien dice “Ocúpate de mis cosas que yo me ocupo de las tuyas” así como está escrito en su palabra. A ratos uno se enfrasca tanto en el problema que de